David Núñez
7 min readMay 19, 2021

La creatividad en tiempos de inteligencia Artificial

La creatividad ha sido planteada como la construcción de una idea inédita, no como generación espontánea, sino como la unión de pensamientos, deducciones, recuerdos, entorno, etcétera, para crear una tercera idea no lógica consecutiva.

Mihaly Csikszentmihaly aclara que la noción de creatividad es demasiado amplia y ambigua. Normalmente nos enfocamos en sus portadores y en su huella en la matriz cultural para desembocar en que la “creatividad es cualquier acto, idea o producto que cambia un campo ya existente, o que transforma un campo ya existente en uno nuevo” (Csikszentmihaly, 2014). Pero, define que “la creatividad no se produce dentro de la cabeza de las personas, sino en la interacción entre los pensamientos de una persona y un contexto sociocultural ” (Csikszentmihaly, 2014). Entonces, la creatividad es un proceso sociocultural que detona nuevas ideas o productos que transforman su campo.

En este caso, ¿cómo transformará y que la IA (Inteligencia Artificial)?

Cuando se habla de IA se plantean dos posturas, una animista, donde la herramienta adquiere una construcción simbólica con conciencia de sí misma que se plantea cuestiones propias, lo que han nombrado la singularidad ; la segunda es la utilitaria, en la que la IA se concibe como una herramienta al servicio del hombre con un poder extraordinario para procesar datos.

Si vemos sólo a la IA como una herramienta para potencializar la creatividad, el proceso se mantiene con el humano en el centro, como constructor de la idea, mientras la IA resulta en un apoyo, en un sistema veloz que nos permite construir nuestras ideas más dinámicas. Ésta es la postura hegemónica.

La idea de máquinas inteligentes puede ser rastreada hasta 1947 cuando Alan Turing la describió en su ensayo “Computary Machine and Intelligence” –en esta tesis no nos adentraremos en el Test de Turing o “The Imitation Game” porque la idea es que la máquina sea una herramienta y no un sustituto humano-, pero la noción de creatividad computacional va mucho más atrás, hasta Ada Lovelace, hija de Lord Byron, quien se preguntó si una máquina, y cómo, podría ser creativa y no sólo replicar órdenes.

Como ya conté, cuando me refiero a tecnología parto del lenguaje o el control del fuego hasta las excavadoras que pueden suplir a decenas de trabajadores o los motores de barcos que sustituyen a marineros esclavizados a un remo. Esta tecnología no es física, como la excavadora imitando el movimiento de nuestro brazo o un motor que sustituye a nuestras piernas. Esta vez no es fuerza o resistencia la meta, lo que se busca igualar, y aumentar, es la inteligencia.

Inteligencia Artificial es un afortunado nombre, construido en 1956 por John McCarthy, conlleva en sí dos elementos que los humanos siempre hemos idolatrado, nuestra inteligencia como arma y virtud para sobrevivir, y la creación de tecnologías, elementos artificiales que nos permiten expandir nuestras capacidades naturales. La tecnología nos permite concretar más rápido nuestros deseos, de una forma más eficiente.

Aunque el Diccionario de Oxford la define como: “development of computer systems able to perform tasks normally requiring human intelligence, such as visual perception, speech recognition, decision making, and translation between languages”; más allá de la idea de replicar nuestro pensamiento, la meta es amplia pues, como determinó Johh MaCarthy -el creador del término en 1956-, “AI it’s the science and engineering of making intelligent machines”.

Ahora, para lograr que piense como un humano necesitamos construir una estructura que permita la aprensión de la información de la realidad como lo hacemos en la vida cotidiana; esa tarea que de forma intuitiva y subjetiva nos es tan “sencilla” a los humanos, ya sea por nuestra enorme capacidad neuronal, aprendizajes culturales y la construcción social de la realidad; es un procedimiento sumamente complejo. Por ello, “Computers need to capture this same knowledge in order to behave in an intelligent way. One of the key challenges in artificial intelligence is how to get this informal knowledge into a computer.” (Bengio, 2016: 16)

Como es un campo que se reconstruye constantemente, utilizo la idea de Inteligencia artificial como una posibilidad de utilizar sistemas computacionales donde las variaciones no son simbólicas sino que son el resultado de principios lógico-formales y cálculos predicativos y predictivos, respuestas directas. Esos sistemas, aunados a reglas y estrategias narrativas nos permitirán construir textos.

Ya sea que los humanos definamos las reglas y las variables o que la máquina aprenda de ello.

“Every AI system, be it a classical AI system with humans providing input and using the output, or an autonomous agent, must somehow translate input (stimuli) into information or knowledge to be used to select output (action). This information or knowledge must somehow be represented within the system so that it can be processed to help determine output or action. […]Each of these data structures has its own type of reasoning or decision-making apparatus, its inference engine.” (Franklin, 201 : 24).

En mi particular interés humanista, el individuo debe de ser el centro del texto, adaptarse a él y, a partir de esa reciprocidad se puede buscar narrar una experiencia con base narcisista de la realidad ficcionalizada. Como lo hacen los social media pero con estructura narrativa, no sólo anecdótica.

No ahondaré en los elementos técnicos de la IA, con la certeza de que para este planteamiento lo fundamental son las características y estrategias para formar un nuevo código y no las capacidades y cualidades del sistema informático ni los elementos inteligentes de la computación actual.

Kathleen Watch en “Artificial Intelligence is Not a Technology” aclara que “People have long dreamed of the idea of machines having the intelligence and capabilities of humans. […] Artificial Intelligence is not a technology. Asking the question whether or not some particular technology is or isn’t AI is missing the point. Artificial Intelligence is the journey. It’s the quest for intelligent machine.” (Watch, 2018: pant 1.). Por ello, Inteligencia Artificial no sólo es actualmente una rama del conocimiento, un campo de estudio, sino, como aclara Watch, es mejor pensar en ella como una meta y no una serie de herramientas perfeccionables o productos que hoy están en boga: como machine learning, computer visión, robótica…

¿Ahora, con estas herramientas qué elementos genéricos se pueden construir?

Se ha buscado que la máquina imite al artista. Y se ha elegido imitar la inspiración como el elemento más significativo del romántico ideal del artista. Si los humanos que han vivido el “momento de inspiración” lo comparan con una revelación. Es un motivo, paragón al Topos griego o el Loci ciceroneano, un punto de partida sobre el que se conforma una historia, sede de argumentos ocultos que se catalizan y, cuando aparecen, sobre esa base se construye el espacio de la ficción.

Muse, proyecto de los artistas e investigadores Albert Barqué-Durán, Marc Marzenit y Mario Klingeman, estrenado en el Sonar 2017, buscó pintar un óleo al fresco con un modelo diseñado no por un humano sino con una imagen producida por una red neuronal. Convertir a la máquina en una musa. ¿Cómo se hizo? Primero se le dio un input de la figura simplificada de un cuerpo humano en una pose concreta, por ejemplo: La maja desnuda de Goya, entre más de 300,000 imágenes. Después utilizaron un GANN (Genetic Algorithm Neural Networks) -dos redes neuronales compiten creativamente, en el sentido que una emite y la otra critica el modelo, para tratar de aprender cómo regenerar la imagen y qué información debería de añadir, rehacer- y sobre ello, la máquina devuelve la pose que será pintada, con colores y texturas preferidas del usuario, en cincuenta mil variaciones de abstracciones pictóricas.

Aunque para el pintor la inspiración da pie a una idea, eso no puede ser considerado el proceso creativo de una máquina. Mihaly Csikszentmihaly aclara que la noción de creatividad es demasiado amplia y ambigua. Normalmente nos enfocamos en sus portadores y en su huella en la matriz cultural para desembocar en que la “creatividad es cualquier acto, idea o producto que cambia un campo ya existente, o que transforma un campo ya existente en uno nuevo” (Csikszentmihaly, 2014). Pero, define que “la creatividad no se produce dentro de la cabeza de las personas, sino en la interacción entre los pensamientos de una persona y un contexto sociocultural” (Csikszentmihaly, 2014). Es decir, la creatividad es un proceso social que detona nuevas ideas o productos culturales que transforman su campo.

Tenemos máquinas lentas pero humanos deseosos de compartir su vida, trabajando gratis con una productividad impresionante, la gran base de datos sofisticada, como le llama Rabinow. En 2018, la cantidad de datos que se produjeron diariamente es abrumadora. Casi tres quintillones, es decir 18 ceros de información . Por ello, de toda la información que ha generado la humanidad, hemos datado el 90% en sólo dos años. Y esto es el inicio, aprovechando que las herramientas digitales cada vez están más imbuidas en nuestra cotidianidad, con IOT (Internet de las cosas) el mundo estará conectado y cada movimiento o idea que desarrollemos será supervisada, anotada. Los vínculos tecnodigitales permiten hacer un doble juego al utilizar la resignificación de la realidad a partir de la tecnología y vincularla con un acercamiento metafórico a través del lenguaje -Paul Ricouer determina que lo que se comunica proyecta y constituye el horizonte del lector y de su realidad (Ricoeur, 2000: 148)- a partir de sus datos y entender las posibles decisiones de los usuarios para construir con ello relatos estables. Bajo el principio de que la mejor forma de crear simulaciones estables, ontológicamente hablando, es la narratividad de nuestra vivencialidad.

Se gestaría un discurso narrativo que vinculara la realidad del usuario con el discurso preestablecido por el autor, para que la máquina generara un texto específico para el receptor y éste puede empalmar su realidad con la ficcionalidad de la trama, de esta forma el receptor se convierte en co-creador pues cambia la esencia, sólo ahora alterable, del texto. (Nuñez, 2015)

David Núñez
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Investigador y narrador digital. Doctorante en Comunicación Digital y Maestro en Letras por la UNAM. Profesor de Narrativa, Literatura Electrónica y Creatividad

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