David Núñez
5 min readMar 29, 2021

Sobre los HÉROES en tiempos DIGITALES

Los héroes se atreven a lo que nosotros tememos. Si anunciar la vida es pronosticar la muerte -aunque el hombre teme el aciago paso y prefiere no invocar lo inevitable, sabe que ese momento llegará; por fortuna no tiene la certidumbre temporal-¿qué ocurre cuando un emisario de mensajes funestos dictamina la forma?

Cuentan que el viejo Tiresias, el mismo que condeno a Narciso y a Edipo, fue con la madre de Aquiles y le explicó a la diosa el futuro de su hijo. Tetis le explicó a su hijo las dos opciones del destino, viviría muchos años, construiría una familia y nadie lo recordaría o iría a una batalla troyana, mostraría sus dotes como guerrero y perecería ahí, siendo recordado por siempre, inmortal. Aquiles eligió.

Así se conforman los héroes, un ser normal en una condición extraordinaria que se anticipa a su destino en un enfrentamiento valeroso con el terror a la muerte, el instinto de conservación que obliga a huir del peligro. Nadie desea conocer a los heraldos mortuorios pero la inevitabilidad del destino ha funcionado como un pretexto mítico y literario para conformar la heroicidad. Ante todo en la Antigüedad y la Edad Media donde los caballeros representaban la clase más noble y proclive a la tumba.

En el transcurso del medioevo a la modernidad, el héroe –según la categorización de Carlyle- se despoja de dioses y profetas para caer en los gobernantes y en los literatos, o más bien en sus creaciones. Y los hados se centran en las ficciones.

En el siglo xx, la idea de la heroicidad se mantiene, aún siendo la centuria más corta, tuvo grandes cambios y momentos sociales que lo marcan como el siglo vertiginoso: dos guerras mundiales, el viaje a la luna, la población se triplicó, se relativizó el tiempo, se clonó una oveja, el cambio climático, la concreción de la tecnología digital, la concepción de artes mediáticos como el cine y la televisión-

En 1999, cuando el milenio terminaba, se estrenaron dos películas, no olvidemos que el cine es el arte del siglo XX, que revelarían esta transformación milenaria, este cambio de paradigma. Las dos películas definirían a nuestra generación: The Fight Club, de David Fincher y The Matrix, de los hermanos Wachowski. Las dos películas comparten, además de un público, la idea de la simulación y de transición de época.

Las dos películas comparten, además de un público, la idea de la simulación. En the Fight Club, se plantea la variación esquizofrénica, cuando el protagonista, que es el narrador en la novela de Chuck Palinuck y en la película recibe el nombre de Jack, crea un alter ego modélico: Tyler Durdeen. Tyler se define como un conspirador caótico de la época que se avecina y plantea la supremacía de la corporeidad sobre la enajenación. En ella, Tyler se erige como un héroe al sentido clásico del sacrificio en aras de una mejor civilización.

Occidente está estructurado sobre el concepto de la heroicidad. Mircea Eliade, en su libro Mito y realidad, afirma que la Historia propició la superación del mito, aunque el pensamiento mítico no ha sido abolido. Aunque habitamos un tiempo histórico, donde los protagonistas no son héroes ni dioses sino seres humanos, comunes, asequibles, siempre buscamos la idea del héroe para plantearnos retos superables y funciones imitables.

Anunciar la vida es pronosticar la muerte. Aunque el hombre teme el aciago paso y prefiere no invocar lo inevitable, sabe que ese momento llegará; por fortuna no tiene la certidumbre temporal. Pero, ¿qué ocurre cuando un emisario de mensajes funestos dictamina la forma? Se conforman los héroes, un ser normal en una condición extraordinaria que se anticipa a su destino en un enfrentamiento valeroso con el terror a la muerte, el instinto de conservación que obliga a huir del peligro. Nadie desea conocer a los heraldos mortuorios pero la inevitabilidad del destino ha funcionado como un pretexto mítico y literario para conformar la heroicidad. Ante todo en la Antigüedad y la Edad Media donde los caballeros representaban la clase más noble y proclive a la tumba.

En el transcurso del medioevo a la modernidad, el héroe –según la categorización de Carlyle- se despoja de dioses y profetas para caer en los gobernantes y en los literatos, o más bien en sus creaciones. Y los hados se centran en las ficciones. Casos hay por doquier, desde el uso de enviados divinos (Ajax de Sófocles), oníricos (Ricardo III de Shakespeare) o sociales (Crónica de una muerte anunciada de García Márquez). Una obra que reúne los tres tipos de anticipaciones de la muerte es El caballero de Olmedo de Lope de Vega .

El concepto del héroe ha cambiado. Para ejemplificarlo, Jean Starobinski utiliza la tragedia “Ajax” de Sófocles, donde Ajax, furioso por no obtener la armadura de Aquiles como recompensa por su valor y entrega en el campo de batalla, planea la muerte de los aqueos en venganza, en particular la de Ulises, el ganador de la presea. Gracias a que Atenea simula la realidad de Ajax, en el célebre ataque de locura donde destaza a los carneros creyendo que son sus compañeros de guerra, Ulises evade la muerte y domina la guerra troyana. Starobiski plantea que detrás de esta elección, de premiar al estratega sobre el hombre fuerte, está el principio rector de la evolución política y cultural de las sociedades.

Esta idea del héroe, como el guerrero que protagonizaba el combate singular, llegaría a su punto cumbre, en el siglo veinte, con la figura de los astronauta, como lo relata Tom Wolfe en The right stuff, lo que hay que tener.

Es significativo que Tyler Durdeen nombre a su grupo de seguidores, space monkeys, pero lo importante es su transformación cómo héroe, al convertirse del hombre violento que se enfrenta a golpes con desconocidos y aliados, al estratega que desea dinamitar la sociedad consumista y, en el ínter, crea frases lapidarias, tatuables. Cuando la película apareció, todos queríamos ser Tyler. No sabíamos que lo que pronosticaba era el cierre de una época, heroica.

Hace menos de una década se había terminado la historia como la nombró Francis Fukuyama, ya no habría conflictos, motor hegeliano de la historia, y nos planteamos durante una década todo tipo de utopías capitalistas. Hasta que el 11 de septiembre de 2001 se inauguró el siglo con el derrumbamiento de las torres que erigían el Centro Económico Mundial. Cuando las torres se derrumbaron y todas las pantallas del mundo reprodujeron la caída, creíamos que era una simulación audiovisual, no un metraje real .

Al mismo tiempo que Tyler dinamita la sociedad consumista, Neo, el héroe mago, concretaba otra sociedad, la virtual.

El siglo XXI será la época del mago, una mezcla entre el nigromante y el ilusionista. Si creemos en el poder que brinda la tecnología y la importancia para la época actual, podemos partir de que el constructor de sistemas busca los atributos que Cristopher Marlowe brinda en su Fausto: "Mas el imperio de quien domina esto es tan vasto como la mente humana: un mago hábil es un semi Dios.’" (Marlowe : 49). Además, es un mago en el sentido de que puede convertir el artificio en una simulación que traspasa nuestra noción de la realidad, como lo hace el Próspero shakespeareano.

El héroe actual es el héroe común, detrás de un computador, con el poder de la virtualidad en sus manos. Ya no necesita ser un superdotado físicamente como Aquiles o los Astronautas; ni siquiera un genio al estilo Odiseo o Fidel Castro, se trastoca la veneración del héroe por la búsqueda de la heroicidad en la cotidianeidad.

David Núñez
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Investigador y narrador digital. Doctorante en Comunicación Digital y Maestro en Letras por la UNAM. Profesor de Narrativa, Literatura Electrónica y Creatividad

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